martes, 8 de noviembre de 2011

JORGE JUDAH CAMERON – ARGENTINA



A MEDIANOCHE (La depresión de Violeta)


A medianoche abrí los ojos,
mi cuerpo sobresaltado no entendía de silencio;
pretendí saber el origen de ese mal momento,
y me atrapó el alba, con sus contrastes rojos.

De repente oí una brisa,
mas no supe que pasaba,
no hice caso, continué los sueños,
a fin de cuenta no había prisa.

La luz del día llegó radiante,
acurrucando mi sentir en el vacío,
solitario impregnado de recuerdos,
tu sombra vieja y constante.

Y una claridad impaciente se escapó por la ventana,
y una vez más fui preso de la noche,
porque es dolor, no saben cuánto,
como sangre que cuantiosa mana.

Y otra vez solo en mi quebranto,
en la oscuridad de los seres que vuelan,
en este martirio que se hizo costumbre,
donde reside y gobierna sólo el llanto.

PISANDO TIERRA
París, Abril de 1964. Museo del Louvre.

Me paseaba con aplomo, elegancia y distinción,
tal cual era mi alta alcurnia, por pasado y religión.

Bellas obras las más caras, que sin dudas me mostraba,
en el Louvre yo era dandy, al espejo yo le hablaba.

La más fina aristocracia de una Europa medieval,
lo que resta es pura caca sólo mezcla y carnaval.

–¡Buenas tardes buen señor! (Un lacayo así me habló)
–¡Que disfrute de Leonardo! Hay, por poco me gritó.

Negros pelos sin remedio, Sudamérica es hedor,
los sudacas tercer mundo, sin Givenchy y Cristian Dior.

–¡En el fondo a la derecha ha llegado de otro lado,
una rústica arpillera, es precioso su tramado!

Me acerqué con avidez, no podía con mi genio,
¿Qué podía ser mejor? terminando este milenio.

Al mirar me sorprendí, gratamente me impactó,
sus pinturas y esculturas su lindeza me avivó.

Ha nacido otra estrella que seguro es de París,
Roma, Londres o Israel. ¡Imposible otra raíz!

¿Y yo dije qué hace aquí? ¡Una obra de aborigen!
Quiero hablar con el gerente duramente le exigí.

Al pasar a su despacho él me habló correctamente,
que mañana luciría en el centro bellamente.

¡Raudamente me marché! No podía soportar
esta amarga humillación de una india de otro mar.

Al salir ansiaba hablar expresar mi desazón,
al lacayo del portal lo llamé con atención.

¿Qué hace aquí esta mujer? De tan lejos quién le dio,
garantías para estar… Sólo aquí existe Dios.

Y el lacayo como nunca el respeto le faltó:
–Yo le digo señor mío esa al mundo le cantó.

–Porque soy de ese país yo de frente le hablaré,
su ignorancia me perturba esa doña es mi mujer.

–Porque es mujer del pueblo no de rancias monarquías,
y aristócratas cuadrados de burgueses sin medida.

–La que usted le dice india se llama Violeta Parra,
es la misma que respira este aire de cigarra.

–Con nobleza y señorío hidalguía y distinción,
¿No ha leído usted a Neruda? A Violeta le escribió.



Derechos Reservados © Jorge Judah Cameron

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